Introducción
En 2019, en la ciudad de Wuhan, China, surgió el brote de una nueva cepa de coronavirus
denominada síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2), declarado "Emergencia
Sanitaria Internacional" el 30 de enero de 2020, para posteriormente reconocerse como
pandemia a inicios de marzo del mismo año por la Organización Mundial de la Salud
(OMS).1 El SARS-CoV-2 es un virus perteneciente a la familia de los coronavirus, caracterizado
por una bicapa lipídica y ARN monocatenario2 La enfermedad por coronavirus-19 (COVID-19) puede generar diversas manifestaciones
clínicas (fiebre, mialgias, astenia, adinamia y anosmia, que se supera con tratamiento
sintomático), desde una enfermedad con curación espontánea, o bien, evolucionar a
neumonía grave, que resulta en síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) y
requerir ventilación mecánica, con riesgo de sepsis e insuficiencia multiorgánica.3Actualmente, la estrategia más importante a nivel mundial para combatir la COVID-19
grave es la vacunación. A partir del 6 de septiembre de 2021, el 40% de la población
mundial reportó haber recibido al menos una dosis de la vacuna contra esta enfermedad.4 Las vacunas contra la COVID-19 comúnmente aplicadas en todo el mundo son de las marcas
comerciales: Pfizer-BioNTech, Moderna®, Johnson & Johnson® y Astra Zeneca®.5
Con el surgimiento de esta emergencia sanitaria se han presentado dos escenarios clínicos
en
cuanto a enfermedades autoinmunitarias: uno inducido propiamente por el SARS-CoV-2
y
el otro post-vacunación. Los estudios recientes sugieren que la miocarditis,
trombocitopenia trombótica inmunitaria, vasculitis por IgA, entre otras enfermedades
autoinmunitarias, pueden desencadenarse por las vacunas contra la COVID-19 en
pacientes predispuestos.4,5
Los mecanismos para adquirir autoinmunidad luego de la infección por SARS-CoV-2 incluyen:
“mimetismo molecular” y “activación de espectadores”; es decir, la infección conduce
a la activación del antígeno.3,6 La aparición de enfermedades autoinmunitarias pueden originarse por diversos factores,
mediante un estado de hiperestimulación del sistema inmunitario, donde los virus representan
un factor de riesgo para adquirir autoinmunidad.7
Patogenia del virus
El SARS-CoV-2 es un virus que pertenece a la familia Coronaviridae, del
género Betacoronavirus.8 Los coronavirus reciben su nombre debido a su
aspecto, al microscopio electrónico exhiben en su envoltura una corona solar,
debido a las proteínas de su superficie.9 Estos virus miden de 80-160 nm de diámetro, con una
envoltura de bicapa lipídica que contiene ARN monocatenario (ARNmc).8,9 El genoma del virus codifica 5
proteínas estructurales: glucoproteína S (espiga), proteína E (envoltura),
proteína M (membrana), proteína N (nucleocápside) y hemaglutinina-esterasa (HE);
sin embargo, las que tienen participación relevante son la N y S: la primera
promueve el desarrollo de la cápside y la segunda ayuda en la unión del virus
con la célula del hospedero, respectivamente.9,10
La proteína S, a su vez, cuenta con dos subunidades, la S1 que se enlaza directamente
con el receptor de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) en las células
del huésped,11 que se expresa en diversas células de distintos órganos y confiere su capacidad para
afectar a múltiples sistemas;12 mientras que la subunidad S2 regula la fusión de membranas entre el virus y la célula
del hospedero.
Después de unirse al receptor ACE2 en la célula diana, la serina proteasa transmembranal
escinde la proteína espiga, y de esta forma se activan los trímeros de la subunidad
S2 para fusionar las bicapas lipídicas virales y del huésped, liberando el complejo
de ribonucleoproteína viral en la célula.9,11,12
La infección puede ser leve o asintomática en un 80-90% de los pacientes que contraen
el virus, y las principales manifestaciones clínicas son síntomas respiratorios.13 Además, están implicados mecanismos inmunitarios innatos y adaptativos. Los macrófagos,
neutrófilos y células dendríticas son importantes en la defensa temprana, donde estas
últimas son las principales inductoras de la respuesta mediada por interferón tipo
I, limitando la replicación y la activación inmunitaria sistémica frente al virus.
Mecanismos de autoinmunidad inducidos por virus
Las enfermedades autoinmunes se originan por una respuesta inmunitaria aberrante,
cuando no existe reconocimiento del propio organismo. Actualmente se han identificado
más de 80 tipos de trastornos autoinmunitarios.14 Dentro de los factores que contribuyen con la respuesta inmunitaria se encuentran
la genética, la edad y el medio ambiente. Los virus y las bacterias son los principales
patógenos infecciosos desencadenantes ambientales de la autoinmunidad.15
Los agentes patógenos pueden contener elementos similares en aminoácidos, secuencias
o
estructura del autoantígeno, y funcionan como “autoimitador” a través de
“mimetismo molecular”. También, células linfocíticas ó linfocitos T o B que se
activan en respuesta al patógeno, reaccionan de forma cruzada consigo mismos
y
provocan daños directos y mayor activación del sistema inmunitario.16
Otro mecanismo hipotético es la activación del “espectador”, cuando una
respuesta inmunitaria antiviral no específica e hiperreactiva genera un entorno
proinflamatorio localizado junto con la liberación de autoantígenos del tejido
dañado. Estos autoantígenos se absorben y son presentados por una célula
presentadora de antígenos para estimular a las células T que antes no
respondían, desencadenando la autoinmunidad.17
Otro mecanismo de autoinmunidad es la “propagación de epítopos”, en el que la infección
viral desencadena la liberación de más autoantígenos y la activación de novo de células autorreactivas, que en consecuencia se propagan para dirigirse a autoepítopos
adicionales.18
Figura 1
Figura 1.
Mimetismo molecular como mecanismo de autoinmunidad y propagación de epítopos: A)
modelo de “mimetismo molecular” que produce autoinmunidad, y B) “Propagación de epítopos”: la infección viral persistente genera daño tisular, con subsiguiente liberación
de autoantígenos, mientras las CPA captan y presentan el autoantígeno a los linfocitos
T autorreactivos no específicos que conducen a la autoinmunidad.

Forma adaptada “mimetismo molecular” por BioRender.com (2020)
Autoinmunidad y SARS-CoV-2
Diversos estudios sugieren que la autoinmunidad también puede estar implicada en la
patogenia de la COVID-19. Se ha propuesto que la infección por coronavirus puede inducir
la función de células T autorreactivas, activación policlonal de células B y producción
de autoanticuerpos.7 Estas respuestas autoinmunitarias pueden originarse a través de dos mecanismos principales:
1) capacidad del virus para inducir la hiperestimulación del sistema inmunitario y 2) mimetismo molecular.19
Figura 2
Figura 2.
Componentes del virus SARS-CoV-2. Se muestra el virus SARS-CoV-2 con sus proteínas
de superficie y mecanismos de producción de autoanticuerpos. Se indican algunos autoanticuerpos
detectados en pacientes que contrajeron la infección.

Forma adaptada “componentes del virus Sars-CoV-2r” por BioRender.com (2020)
Los hallazgos en investigaciones recientes identificaron homología primaria en la
secuencia de hexapéptidos y heptapéptidos entre humanos y componentes del SARS-CoV-2.7,19 Un estudio cuantificó hexapéptidos y heptapéptidos de la glicoproteína S del SARS-CoV-2,
que representa uno de los antígenos principales del virus y proteomas de mamíferos,
estableciéndose un péptido común masivo en humanos que manifiestan alteraciones después
de la infección por SARS-CoV-2.20 La inmunidad adquirida que se produce luego de la enfermedad genera anticuerpos que
interactúan con moléculas comunes entre los patógenos y componentes propios, y de
esta forma contribuye fácilmente con el mimetismo molecular y la producción de autoanticuerpos.15,16,19
El estudio de Woodroff y Cols, efectuado en pacientes sin antecedentes de autoinmunidad
previa y con COVID-19 grave, determinó diversos marcadores serológicos para enfermedades
autoinmunitarias reumáticas, y encontró que el 44% de los casos tenía valores positivos
de anticuerpos aninucleares (ANA), títulos altos de IgG-anti-ribonucleoproteína (RNP),
anti-centrómero en 2 de 22 pacientes ANA+ y factor reumatoide positivo. El 59% de
los pacientes del estudio reportaron ANA+ y anticuerpos autorreactivos positivos.
También señaló que la autorreactividad puede relacionarse con la concentración de
proteína C reactiva (PCR).21 En otro estudio se evaluó la determinación de antifosfolípidos (por sus siglas en
inglés aPL) en pacientes críticos y se observó que el 52.6% tenía concentraciones
séricas elevadas de anticardiolipina, y que podrían estar implicados con la exacerbación
del estado de hipercoagulabilidad.22 Zhang y Cols. encontraron asociación entre el síndrome antifosfolípido (SAF) y el
estado de hipercoagulabilidad en pacientes con COVID-19 con anticuerpos antifosfolípidos
positivos. Se ha demostrado que el 47% de los pacientes con COVID-19 grave pueden
producir anticuerpos anti-beta2-glicoproteína (B2GPI) o anticardiolipina (aCL); adicionalmente,
los casos graves versus moderados pueden expresar mayor producción de este tipo de anticuerpos.23
Se ha propuesto que la manifestación de COVID-19 grave, donde el daño principal se
produce en el sistema respiratorio, también se debe al gran intercambio de péptidos
de la glicoproteína S del virus y las proteínas relacionadas con el surfactante pulmonar
(la mayor parte de estos péptidos tienen potencial inmunológico).24 Del mismo modo, se han asociado concentraciones altas de autoanticuerpos séricos
específicos en neumocitos tipo 2 altamente citotóxicos.25
Enfermedades autoinmunitarias asociadas con COVID-19
En diversos estudios se ha encontrado elevada prevalencia de marcadores autoinmunitarios,
lo que sugiere que la enfermedad por SARS-CoV-2 es capaz de inducir mecanismos de
autoinmunidad.7,26 La fisiopatología de la COVID-19 ha demostrado que en los pacientes genéticamente
predispuestos pueden manifestarse o exacerbarse las enfermedades autoinmunitarias.26 Una innumerable evidencia ha mostrado que los polimorfismos de IL-6 contribuyen con
la susceptibilidad del virus en poblaciones y etnias específicas.26,27
Se ha planteado la hipótesis de los virus como factores desencadenantes de autoinmunidad,
que estimulan la activación aberrante de la respuesta inmunitaria innata y adquirida,
con aumento de la síntesis de citocinas, principalmente TNF-α, IL-6, IL-1β, IL-17
e IL-18 en individuos genéticamente predispuestos.25,27
En pacientes con SARS-CoV-2 y lupus eritematoso sistémico (LES) se determinó que el
diagnóstico de nueva aparición o exacerbación de esta última representa un reto,
debido a la similitud de manifestaciones clínicas. Un estudio que evaluó esta
relación informó que del 75% de mujeres con media de edad de 48 años, 5 casos
tenían antecedentes de LES, 37.5% reportó derrame pleural, trombocitopenia grave
(< 50,000/µL) resistente al tratamiento y 3 casos tuvieron nefritis lúpica.
El tratamiento de primera línea consistió en glucocorticoides,
independientemente del tipo y severidad de la enfermedad; sin embargo, solo fue
exitoso en 2 pacientes y el resto requirió otro tipo de fármacos para el control
de LES (la actividad hematológica fue la principal manifestación resistente al
tratamiento de referencia).28
Incluso se han reportado complicaciones neurológicas que aparecen al mismo tiempo
que la
infección respiratoria aguda por SARS-CoV-2, además de trastornos
posinfecciosos: encefalitis y síndrome de Guillain-Barré, a menudo sensibles
a
inmunoterapia.29
El síndrome de Guillain-Barré es una polirradiculoneuropatía relacionada con diversas
infecciones virales, recientemente se han descrito algunos reportes de casos
asociados con infección por SARS-CoV-2. Luigi Gilgi y Cols.
reportaron los hallazgos de un caso de síndrome de Guillain-Barré y señalaron
que puede manifestarse, incluso, después de padecer una infección
paucisintomática, así como una tormenta de citocinas y asociarse con HLA.30
En otro estudio encontraron asociación entre COVID-19 y síndrome de Guillain-Barré.
Se
identificaron síntomas similares en los casos de síndrome de Guillain-Barré sin
COVID-19, se consideró un patrón desmielinizante en el 50%, el líquido
cefalorraquídeo demostró disociación albuminocitológica en el 76% y los
anticuerpos antigangliósidos (antiGM1) estuvieron ausentes en 15 de 17
pacientes. El tratamiento consistió en inmunoglobulina IV, con resultados
satisfactorios después de 8 semanas de iniciar los síntomas.31
Vacunación contra el SARS-CoV-2
En la actualidad, más de 250 grupos de investigación desarrollan vacunas contra el
SARS-CoV-2 en todo el mundo, la mayor parte de los biológicos tiene como objetivo
conseguir una respuesta inmune contra la proteína S del SARS- CoV-2.36
Las organizaciones de salud de todo el mundo han llegado a la conclusión que la vacunación
generalizada en todos los países es inevitable para sobrevivir a esta pandemia. Se
han aprobado varias vacunas con base en ensayos controlados aleatorizados doble ciego,
que iniciaron en diciembre de 2020. Las vacunas aprobadas incluyen dos biológicos
basados
en ARN mensajero (ARNm), que codifican para el antígeno de la proteína S del SARS-CoV-2.
Este ARNm es encapsulado en nanopartículas lipídicas: Comirnaty (BNT162b2, Pfizer-BioNTech)
y Spikevax mRNA-1273 (Moderna). Las otras dos vacunas son un vector adenoviral recombinante
de chimpancé que codifica la glicoproteína S del SARS CoV-2 llamada Vaxzevria (ChAdOx1
nCov-19, AstraZeneca), y un vector de adenovirus recombinante tipo 26 que codifica
la proteína S del SARS-CoV-2 (Ad26.COV-2. S).32
Los antígenos del SARS-CoV-2 se presentan a los linfocitos T cooperadores, a través
de las células presentadoras de antígenos; los linfocitos T cooperadores, a su vez,
activan a los linfocitos B, que mediante la activación de sus diferentes vías de señalización
proliferan y se diferencian en células plasmáticas o células de memoria con receptores
de unión de alta afinidad para el antígeno del SARS-CoV-2 original. Las células plasmáticas
secretan receptores específicos para SARS-CoV-2 en forma de anticuerpos IgM, IgG o
IgA. La neutralización mediada por anticuerpos ocurre cuando estos se unen a los antígenos
del SARS-CoV-2 y evitan la interacción del virus, además de su entrada a las células
huésped cuando ocurre la infección.33 La mayor parte de las vacunas se basa en la inducción de anticuerpos neutralizantes,
debido a su potencial para proteger las vías respiratorias inferiores y reducir la
gravedad de la enfermedad.34
El 8 de diciembre de 2020, el Reino Unido se convirtió en el primer país en implementar
un programa de vacunación contra la COVID-19, después de la aprobación de la vacuna
de Pfizer-BioNTech®, BNT162b2, para aplicación de emergencia. Desde entonces, el programa se ha ampliado
para incluir a la vacuna Oxford-AstraZeneca® y aplicarla en 50 millones de personas hasta la fecha.35 (https://coronavirus.data.gov.uk/details/vaccinations)
La vacuna Corminaty (Pfizer®/BioNTech®) fue aprobada el 21 de diciembre
de 2020; la de Moderna el 6 de enero del 2021 y la de AstraZeneca el 29 de enero
de 2021. Las 3 vacunas han mostrado grados de seguridad y eficacia adecuados.
Las vacunas Pfizer/BioNTech y Moderna tienen mecanismo de acción similar,
utilizan plataformas de ARNm encapsulado en coberturas lipídicas para facilitar
su entrada en la célula. Este ARNm transcribe para que la célula traduzca el
mensaje para codificar la proteína S, y después de su función se desintegra
rápidamente, sin integrarse al ADN humano. La vacuna de AstraZeneca®
utiliza plataformas vectoriales, en concreto un adenovirus de chimpancé que
vehiculiza el material genético necesario para codificar la proteína S al
interior de las células humanas. La eficacia mostrada en los ensayos clínicos
es
similar: 95 y 94% en las dos vacunas de ARNm, sin diferencias significativas
entre los distintos grupos de edad, y entre el 62.1% y 90% de eficacia de
AstraZeneca®.36
La Food and Drug Administration (FDA), a través de las escalas de evaluación de toxicidad,
estandarizó la evaluación de los eventos adversos de las vacunas. Los parámetros de
toxicidad se clasifican según el grado de reacción local o sistémico en:
-
Grado 1 o leve. El dolor no interfiere con las actividades diarias. Sensibilidad:
molestia leve al tocar. Eritema: 2.5-5 cm. Inflamación: 2.5-5 cm y no interfiere con
las actividades diarias.
-
Grado 2 o moderado. Dolor: consumo de analgésicos o narcóticos por más de 24 h o interfiere
con las actividades diarias. Sensibilidad: incomodidad con movimientos. Eritema: 5.1-10
cm. Inflamación: 5.1-10 cm e interfiere con las actividades.
-
Grado 3 o severo. Dolor: cualquier consumo de analgésicos narcóticos o impide las
actividades diarias. Sensibilidad: molestias significativas en reposo. Eritema:>10
cm. Inflamación: >10 cm o interfiere con las actividades diarias.
-
Grado 4. Potencialmente peligroso para la vida. Dolor y Sensibilidad: atención en
la sala de urgencias o requiere hospitalización. Eritema: necrosis o dermatitis exfoliativa.
Inflamación: necrosis. Algunos parámetros sistémicos: náuseas, vómitos, diarrea, cefalea,
mialgias, fatiga, enfermedades sistémicas; así como signos vitales alterados: pulso,
temperatura y tensión arterial.37
En el Cuadro 1 se enlistan los principales efectos adversos, locales y sistémicos, asociados con
las vacunas actualmente aplicadas en varios países, aprobadas por la OMS y las agencias
reguladoras de esas entidades geográficas (https://doi.org/10.17843/rpmesp.2021.384.9308)
Cuadro 1
Vacunas disponibles contra el SARS-CoV-2
Vacuna
|
Mecanismo
|
Eficacia
|
Grado de eventos adversos locales y sistémicos
|
BioNTech® y Pfizer® (ARNm)
|
ARNm encapsulado con nanopartículas lipídicas y codificante para la glicoproteína
S
|
91.3% (mayores de 12 años) 90.7% (niños de 5 a 11 años)
|
Grado 1, 2 y en menor frecuencia 3
|
Moderna®/ Instituto Nacional de
|
ARNm codificante de glicoproteína
|
93.2% (mayores de 18 años)
|
Grado 1 y 2 (local) Grado
|
Alergias y Enfermedades
|
S encapsulado con nanopartículas lipídicas
|
93.3% (individuos de 12 a
|
1, 2 y 3 en algunos casos
|
Infecciosas (NIAID) (ARNm)
|
|
17 años)
|
(sistémico)
|
Inovio Pharmaceuticals® (ADN)
|
ADN codificante para
|
No existen datos
|
Grado 1 (evaluada en la
|
|
glicoproteína S contenido
|
|
fase I)
|
|
en el plásmido pGX9501
|
|
|
SPUTNIK V®
|
Adenovirus recombinante tipo 26 y 5
|
|
Grado 1 y 2
|
(vector viral no replicante)
|
(rAd26 y rAd5)
|
91.6% (adultos de 18 a 60
|
|
|
portadores del gen codificante
|
años) 91.8% (adultos >60
|
|
|
de glicoproteína S
|
años)
|
|
AstraZeneca® (vector viral no
|
Adenovirus de chimpancé no replicante
|
70.4% (eficacia general)
|
|
replicante)
|
portador del gen que codifica
|
62.1% (dosis estándar) 90%
|
|
|
la glicoproteína S
|
(dosis baja y estándar)
|
Grado 1, 2 y 3
|
Johnson & Johnson® (vector viral no replicante)
|
Adenovirus recombinante tipo 26 (rAd26)
|
66.9% (adultos >18 años)
|
Grado 1 y 2 (local) Grado 1,2 y 3 (sistémico)
|
Sinovac Biotech® (virus inactivado)
|
Cepa CN02 de SARS-CoV-2 inactivado y
|
83.5%
|
Grado 1, 2 y en menor
|
|
adyuvada con hidróxido de aluminio
|
(adultos >18 años)
|
frecuencia 3
|
Hasta la fecha no existe un tratamiento antiviral eficaz para la COVID-19, por lo
que es necesario el desarrollo y la producción de vacunas con propiedades inmunogénicas
que permitan reducir la transmisión del SARS-CoV-2 y las formas graves de la enfermedad.
Sin embargo, todas las vacunas contra la COVID-19 deben cumplir con los criterios
de rigurosidad para su desarrollo durante la fase preclínica y clínica, y ceñirse
al cumplimiento de los estándares de eficacia y seguridad establecidos por la OMS
y las entidades reguladoras de cada país.38
Mecanismo de autoinmunidad generado por la vacunación contra COVID-19
Durante mucho tiempo se ha sugerido que las vacunas desempeñan una función importante
en la evolución de enfermedades autoinmunes. La principal hipótesis es el mimetismo
de epítopos, al igual que en las infecciones. De acuerdo con este mecanismo, un antígeno
que se administra con la vacuna puede compartir similitudes estructurales con antígenos
propios; por lo tanto, la respuesta inmunitaria al antígeno de la vacuna puede extenderse
a otras células huésped que expresen el mismo antígeno estructural.39 Un segundo mecanismo implicado es la activación de los espectadores: se trata de
un mecanismo no específico de antígenos, en donde la infección microbiana provoca
la liberación de autoantígenos previamente secuestrados o estimula la respuesta inmunitaria
innata, lo que resulta en la activación de células presentadoras de antígenos que
expresan autoantígenos. Sin embargo, los mecanismos patogénicos exactos del vínculo
causal entre las vacunas y las enfermedades autoinmunes aún no se comprenden completamente
y permanecen en estudio.40
En 2011 se propuso un síndrome común: "Síndrome autoinmune/autoinflamatorio inducido
por adyuvantes" (ASIA), que incluye cuatro alteraciones: siliconosis, síndrome de
la guerra del Golfo, síndrome de miofascitis macrofágica y fenómenos posvacunales.
Al mantener la exposición con un adyuvante, es decir, una sustancia que potencia la
res- puesta inmunitaria específica a un antígeno. Los adyuvantes se utilizan comúnmente
en medicina para estimular la respuesta inmune en tratamientos como la vacunación.
El efecto del adyuvante se logra a través de varios mecanismos que inciden en el sistema
inmunitario innato y el adaptativo. Los adyuvantes aumentan las respuestas inmunitarias
innatas al imitar moléculas conservadas evolutivamente (por ejemplo: paredes celulares
bacterianas, lipopolisacáridos [LPS], CpG- DNA no metilado) y unirse a receptores
tipo Toll. Además, aumentan la actividad de las células dendríticas, linfocitos, macrófagos
e inflamasoma NLRP3, incrementando la reacción local a los antígenos (sobre todo en
el sitio de infección) y, posteriormente, la liberación de quimiocinas y citocinas
de los mastocitos y los linfocitos T cooperadores. Actualmente, el adyuvante más utilizado
en medicina es el aluminio, posterior a la inyección de sales de aluminio (es decir,
una vacunación) se liberan patrones moleculares asociados con daño, como el ácido
úrico.41
Ha pasado más de una década desde la descripción inicial de ASIA desde entonces se
han ampliado las manifestaciones clínicas. Un estudio reciente con 500 pacientes del
Registro Internacional ASIA encontró que el 69% de los participantes tuvo enfermedades
inmunitarias definidas y, posterior a la exposición de adyuvantes, los trastornos
autoinmunes poligénicos fueron significativamente más altos que los trastornos autoinflamatorios.
Sin embargo, respecto a las alteraciones asociadas con exposición por adyuvantes en
vacunas (hepatitis B), se han identificado enfermedades del tejido conectivo, mientras
que la vacuna antigripal se ha relacionado con trastornos autoinflamatorios poligénicos,
así como síndromes autoinmunes raros, que se han reportado por el efecto ASIA. No
obstante, es importante señalar que el beneficio de las vacunas supera los efectos
adversos autoinmunes asociados.42
La OMS define un evento adverso como "cualquier alteración posterior a la inmunización”,
y no necesariamente tiene relación causal con la aplicación de una vacuna.43
Entre mayo y diciembre de 2021, 36 pacientes atendidos en hospitales de la Ciudad
de México
se diagnosticaron con ASIA posterior a la vacunación de COVID-19. Dentro de las
principales enfermedades autoinmunes se encontraron; síndrome de Guillain-Barré
(10 casos: 1 recibió vacuna con Sinovac, 1 con Sputnik® y 8 con
AstraZeneca®), neuromielitis óptica (5 pacientes: 2 recibieron
vacunados con Sputnik®, 1 con AstraZeneca®, 1 con
Moderna® y 1 con Pfizer®), mielitis transversa (4
pacientes: 1 vacunado con Sputnik® y 3 con AstraZeneca®),
encefalitis autoinmune (3 casos: 2 vacunados con AstraZeneca® y 1 con
Moderna®), neuropatía sensorial (2 pacientes: 1 inmunizado con
Johnson & Johnson® y 1 con AstraZeneca®), vasculitis
de Kawasaki (2 pacientes vacunados con AstraZeneca®), artritis
reumatoide poliartritis autoinmune (2 pacientes vacunados con
AstraZeneca®), vasculitis asociada con ANCA (1 paciente vacunado
con Pfizer®), enfermedad de Graves (2 pacientes vacunados con
Pfizer®), tiroiditis subaguda (2 casos: 1 recibió Sputnik y 1
AstraZeneca®) y trombocitopenia inmunitaria inducida por vacunas
(3 pacientes: 2 vacunados con AstraZeneca® y 1 con
Pfizer®).42
Enfermedades autoinmunes inducidas por la vacunación contra COVID-19
Se han descrito varias complicaciones en el sistema nervioso central y periférico
asociadas con la aplicación de la vacuna contra COVID-19. Por ejemplo, un caso con
antecedente de rombencefalitis posinfecciosa, que manifestó un trastorno neuroinflamatorio
grave del sistema nervioso central similar a encefalomielitis diseminada aguda poco
después de la aplicación de la vacuna contra el SARS-CoV-2. Se trató de una paciente
de 56 años, atendida por inicio subagudo de inestabilidad de la marcha, de predominio
en el lado izquierdo, de más de una semana de evolución, seguida de incapacidad de
movilización del brazo izquierdo. El día anterior al inicio de los síntomas tuvo malestar
general y escalofríos, sin fiebre. El hisopado nasofaríngeo fue negativo para SARSCoV-2,
determinado por reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa (RT-PCR).
Dos semanas antes de la manifestación recibió la primera dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech,
sin reacciones alérgicas agudas. La paciente recibió corticosteroides 50 días después
del inicio de los síntomas; luego de dos semanas de finalizar el tratamiento tuvo
mejoría progresiva en la estabilidad de la marcha, dismetría leve y temblor intencional
del miembro superior izquierdo. Se suspendió de forma cautelar la segunda dosis de
la vacuna y a los seis meses del inicio se le realizó una resonancia magnética cerebral
de control.44
En otro estudio también se reportaron manifestaciones cardíacas (miocarditis e infarto
agudo de miocardio) asociadas con la vacunación. El diagnóstico de miocarditis se
estableció por resonancia magnética cardíaca, mientras que el infarto agudo mediante
análisis de sangre, electrocardiografía y angiografía coronaria. En 77 pacientes,
se identificaron a 35 con infarto agudo de miocardio, y 42 con miocarditis. La mayoría
fueron hombres, y los pacientes con miocarditis eran más jóvenes que quienes sufrieron
infarto agudo de miocardio. La mayoría de los pacientes con miocarditis (83%) e infarto
(86%) recibieron la vacuna Pfizer-BioNTech®. El resto recibió la vacuna Moderna® (14%) y Johnson & Johnson® (2%), mientras que los demás pacientes con infarto agudo se inmunizaron con AstraZeneca® (11%) y Moderna® (3%). 45
En un hospital de Tasmania se documentaron 4 casos de polineuropatía desmielinizante
inflamatoria (1 con polineuropatía desmielinizante inflamatoria crónica (PDIC) y tres
con síndrome de Guillain-Barré) relacionados con la aplicación de la vacuna de AstraZeneca®, luego de una a tres semanas de la inmunización. Estos incluyeron 3 hombres de 51,
66 y 72 años, respectivamente; y una mujer de 65 años. Todos padecieron lumbalgia,
seguida de parestesia ascendente progresiva, paraparesia o cuadriparesia proximal
de predominio, y arreflexia. Dos pacientes manifestaron debilidad facial; dos evolucionaron
a insuficiencia respiratoria y requirieron ventilación mecánica. Los cuatro recibieron
tratamiento con inmunoglobulina intravenosa.46
La Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (ARMPS) informó 22 casos
de trombosis del seno venoso cerebral y trombocitopenia de 18.1 millones de receptores
en el Reino Unido asociada con la vacunación con Astra-Zeneca. La mayoría fueron mujeres
menores de 55 años y el evento ocurrió entre 4 y 16 días post-vacunación.47
En el último trimestre de 2020 surgió la preocupación por complicaciones neurológicas
de la
vacuna de AstraZeneca, pues se registraron 2 casos de mielitis transversa luego
de recibir la inmunización. También se reportó un caso de síndrome de
Guillain-Barré por la vacuna Johnson & Johnson, y otro con la misma
complicación luego de dos semanas de la aplicación de la vacuna de Pfizer; y
un
caso de parálisis facial periférica después de 32 días de la aplicación de la
vacuna de Moderna. En la base de eventos adversos de las vacunas contra el
SARS-CoV-2 del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, registrados
en marzo de 2021, se informaron 17 casos de enfermedad cerebrovascular, 32 de
síndrome de Guillain-barré, y 190 de parálisis facial periférica y
encefalomielitis, de 51, 755, 447 dosis administradas, respectivamente.48
La mielitis transversa aguda tuvo cierta relación posterior a la vacunación contra
COVID-19. Se observaron tres casos durante los ensayos clínicos de la vacuna Astra-Zeneca
entre 11,636 participantes. La mielitis transversa aguda es un síndrome clínico excepcional,
en el que los procesos mediados por el sistema inmunitario causan lesión neural de
la médula espinal, lo que resulta en alteraciones neurológicas del sistema motor,
sensorial y autónomo.
Desde el inicio de la pandemia de COVID-19 se han reportado casos de mielitis transversa
relacionados, con incidencia aproximada de 0.5 casos por cada millón de personas,
lo que supone el 1.2% de todas las complicaciones neurológicas asociadas con COVID-19.
Un hombre de 41 años con diabetes, en control médico, recibió su primera dosis de
AstraZeneca semanas antes del inicio de los síntomas y manifestó parálisis facial
periférica izquierda, que se resolvió con prednisolona por vía oral. En Taiwán, el
primer caso de mielitis transversa aguda relacionada con la vacunación por COVID-19
se detectó por resonancia magnética de columna y por manifestaciones clínicas de la
enfermedad. El paciente recibió terapia de pulsos con 1000 mg de metilprednisolona
al día durante 5 días, con resultados satisfactorios en cuanto a la debilidad de las
extremidades. Se mantuvo en tratamiento con prednisolona por vía oral, con dosis de
1 mg/kg/día, debido a síntomas residuales, con disminución progresiva de los síntomas.
Por el evento adverso importante, la segunda dosis de la vacuna se cambió a la de
Moderna® en la semana 14 después de la primera dosis y no se registró ningún evento adverso
con la nueva vacuna. El pacientetuvo buena evolución, sin secuelas neurológicas.49
También se han asociado diferentes complicaciones oculares post-vacunación contra
COVID-19. Un
estudio que incluyó 34 pacientes (20 mujeres y 14 hombres), con edad media de
49.8 años (rango 18-83 años), reportó: queratitis herpética (n=3), escleritis
anterior (n=2), uveítis anterior (n=5), coriorretinitis por toxoplasma (n=3),
reactivación de la enfermedad de Vogt-Koyanagi-Harada (n=2), pars planitis
(n=2), vasculitis retiniana (n=2) y panuveítis bilateral de nueva aparición
(n=1). Otros casos correspondieron a enfermedad de Behçet, síndromes de puntos
blancos múltiples evanescentes (n=3), neurorretinopatía macular aguda (n=1),
oclusión de venas retinianas (n=5), neuropatía óptica isquémica no arterítica
(n=1), activación de neovascularización coroidea quiescente secundaria a miopía
o uveítis (n=3) y coriorretinopatía serosa central (n=1). El tiempo medio entre
la aplicación de la vacunación y la aparición de las complicaciones oculares
fue
de 9.4 días (rango 1-30 días), 23 casos recibieron Pfizer-BioNTech®,
7 por AstraZeneca®, 3 con Moderna® y 1 con Johnson &
Johnson®. La uveítis y otras complicaciones oculares pueden
asociarse con la administración de la vacuna contra COVID-19.50
La información de posibles
complicaciones neurológicas asociadas con la vacunación contra el SARS-CoV-2
ha
ido en aumento. Los mecanismos fisiopatológicos para la aparición de los
síntomas neurológicos luego de la vacunación no están del todo claros.
Probablemente están mediados por autoinmunidad y quizá por el mimetismo
molecular entre los epítopos de las proteínas virales y las autoproteínas
homólogas específicas del sistema nervioso. Los anticuerpos producidos por el
sistema inmunitario activado se unen a los epítopos virales y, además, mediante
reacción cruzada alteran partes específicas del sistema nervioso.
El ARN modificado dentro de la vacuna de Pfizer-BioN- Tech® se ancla en la membrana de la célula huésped y después de la inmunización, la reactividad
cruzada puede ocurrir por la producción renovada de los autoanticuerpos conocidos
por el sistema inmunitario. Un estudio reciente de cohorte postmortem demostró que los pacientes con infección por SARS-CoV-2 (estado de vacunación desconocido)
tuvieron activación microglial mayor (sistema inmunitario innato) en el tronco encefálico.
Esto sugiere que también pueden estar implicados otros mecanismos fisiopatológicos.
La “cefalea en trueno” después de la vacunación sugiere un mecanismo fisiopatológico
similar al dolor de cabeza y otros síntomas parecidos a la gripe descritos después
de la vacunación contra otros virus. Esto puede atribuirse a la activación de mediadores
inmunoinflamatorios, incluso a la fiebre concomitante; no obstante, la cefalea acompañada
de encefalopatía y déficit neurológico focal puede ocurrir como parte de un síndrome
de liberación de citocinas.51
Si bien los ensayos de vacunación contra la COVID-19 han demostrado alta eficacia
y bajas
tasas de eventos adversos en la población general, hasta la fecha no se han
publicado informes de efectos secundarios en mujeres embarazadas. Sin embargo,
se han observado casos de trombocitopenia inmune en el primer trimestre, 13 días
después de iniciar la vacunación contra COVID-19. Esto sucedió en una paciente
de 32 años, con antecedentes ginecoobstétricos: 1 embarazo y dos partos, de 8
semanas de embarazo, que ingresó a hospitalización por hematomas y petequias
de
inicio agudo. La paciente recibió la vacuna Moderna 13 días antes del ingreso,
sin manifestación de eventos adversos a las vacunas ni antecedentes
heredofamiliar o personales de enfermedad autoinmunitaria. La trombocitopenia
inmune permaneció leve, solo se observaron hematomas y petequias, sin sangrado
espontáneo, por lo que no recibió transfusión de plaquetas y obtuvo el alta con
tratamiento a base de corticosteroides, con mejoría significativa en el recuento
de plaquetas al cuarto día de hospitalización, sin complicaciones
posteriores.52
Se han informado eventos trombóticos, incluidos eventos fatales asociados con la aplicación
de la primera dosis de AstraZeneca®. Un análisis
postmortem reveló hiperplasia focal de megacariocitos en la
médula ósea relacionada con cambios displásicos morfológicos y trombocitopenia
periférica, con identificación de anticuerpos contra el factor 4 de plaquetas
(anti-PF4): característicos de la trombocitopenia inducida por heparina. Esta
alteración protrombótica se desencadena por anticuerpos contra plaquetas que
reconocen el complejo de interacción catiónico plaquetario-4 (PF4) y la heparina
aniónica. De acuerdo con los estudios, los pacientes con trombosis vacunados
contra COVID-19 tuvieron altas concentraciones de anti-PF4, en ausencia de
administración de heparina, dando lugar a la trombocitopenia trombótica inmune
inducida por la vacuna. No se observaron alteraciones genéticas asociadas con
trombocitopatías, complementopatías ni enfermedades de disfunción plaquetaria.
Los anti-PF4 no son siempre detectables, por lo tanto; la causa del
tromboembolismo pudo originarse por trombocitopenias preexistentes, como la
mielodisplasia subyacente, que provoca una reacción adversa a los medicamentos,
en este caso las vacunas contra COVID-19, y es potencialmente mortal.53
Este tipo de respuestas autoinmunitarias posteriores a la vacunación contra COVID-19
pueden deberse a las similitudes entre las proteínas víricas de la vacuna aplicada
y las proteínas del sistema inmunológico, o debido a una respuesta inflamatoria no
específica desencadenada post-vacunación; sin embargo, la incidencia ha sido extremadamente
rara en la población en general, o muy baja respecto a otras vacunas que también pueden
generar enfermedades autoinmunitarias; no obstante, son necesarias para el cuidado
y protección de la población contra enfermedades que pueden salirse de control y ocasionar
un índice mayor de mortalidad.